Guía de partículas para frikis

Por: Kir Ortiz

Nos encontramos rodeados de términos científicos por todos sitios. Partículas y más partículas que aparecen una y otra vez en los artículos de la prensa tecno-científica. Tantas, que llega un momento que nos ahogamos entre la jauría de nombrecitos técnicos y perdemos las referencias. Aquí traemos una forma sencilla y rápida de conocerlas a todas sin morir en el intento. La Guía, con mayúsculas, te proporcionará información breve y concreta pero más que suficiente para entender de qué estamos hablando.

Los físicos nos tienen saturados de partículas que danzan una y otra vez en multitud de artículos que leemos sin llegar a comprender demasiado bien las implicaciones de cada elemento dentro de la ecuación. La mayoría conocemos los conceptos básicos de las partículas atómicas: los protones, los neutrones y los electrones. Pero cuando la cosa profundiza, entonces empieza el desfile de leptones, fermiones, bosones y toda esa caterva de sustantivos acabados en “ones”. Algunas veces, de tanto nombrarlo en los artículos mas llamativos, como por ejemplo, los relacionados con el Acelerador de Partículas más famoso de la historia (LCH), se convierten en estrellas del mundo de la física popular. ¿Quién no conoce el célebre Bosón de Higgs? Si Hollywood tuviera vela en este entierro, seguro que le habría otorgado ya algún Oscar a la partícula con el mejor guión de misterio. Vamos a poner un poco de orden en toda esta sopa de letras de la física. Atentos, que comienza el viaje a través de la física más fascinante.

Esquema general

Para situarnos tenemos que hablar primero del conjunto de partículas  y su organización con respecto a las demás. Así que para empezar, nada mejor que un sencillo y breve esquema que representa la relación general entre los grupos de partículas. La física divide en tres grupos fundamentales este complejo mundo subatómico. Encontramos 3 grupos principales que son las partículas fundamentales, las partículas compuestas y las compañeras supersimétricas. Dentro de las fundamentales aparecen los fermiones y los bosones de gauge. Y los fermiones, a su vez, agrupan a los quarks y a los leptones. Las partículas compuestas se dividen en mesones y bariones. Y finalmente, las compañeras supersimétricas, que no contienen divisiones generales de partículas. Cada grupo posee unas determinadas características que los hace diferentes al resto. Suelen ser conceptos de física cuántica, difíciles de asimilar por el común de los mortales, pero trataremos de darle un aire más dinámico e inteligible para que podamos hacernos de inmediato con sus propiedades y peculiaridades.

Esquema general de la partículas que existen en el Universo

PARTICULAS FUNDAMENTALES

1. Fermiones

Es uno de los dos tipos básicos de partículas que existen en la naturaleza. Se definen por tener un spin semi-entero. Recordemos que el spin (giro) es una propiedad física de las partículas subatómicas intrínseca a la propia partícula, como pueden ser la carga o la masa. Se la bautizó así en honor del célebre científico Enrico Fermi que desarrolló el primer reactor nuclear y cuya contribución a la física cuántica fue decisiva. A este grupo pertenecen partículas tan importantes y conocidas como el electrón y el neutrino, escurridizo donde los haya. Los fermiones forman la materia ordinaria y a ellos debe prácticamente toda su masa, por eso se consideran fundamentales. Digamos que los fermiones son los “ladrillos” de los que está hecha la existencia.

a) Quarks

Representan los constituyentes fundamentales de la materia (junto a los leptones) y son las partículas más pequeñas que el hombre ha podido identificar. Estas diminutas variedades de partículas se combinan para formar los conocidos protones y neutrones, básicos en la arquitectura atómica de la materia. Tienen un spin de ½  y son las únicas que pueden interactuar con las 4 fuerzas conocidas del universo (gravitatoria, electromagnética, nuclear fuerte y nuclear débil).  Las variantes fueron nombradas de forma arbitraria para que se recordaran con facilidad. Y la verdad, que poseen unas denominaciones la mar de peculiares: arriba, abajo, encanto, cima, extraño, fondo…Las variedades extraña, encanto, fondo y cima son muy inestables y se desintegraron en una fracción de segundo después del Big Bang, pero los físicos de partículas pueden recrearlos y estudiarlos. Las variedades arriba y abajo sí que se mantienen, y se distinguen entre otras cosas por su carga eléctrica. En la naturaleza no se encuentran quarks aislados sino formando otras partículas llamadas hadrones, formadas por 2 o 3 quarks, conocidas como mesones o bariones, respectivamente.

Tabla de quarks

b) Leptones

La palabra «leptón» (del griego leptos) fue usada por primera vez por el físico León Rosenfeld en 1948 y designa una partícula fundamental del grupo de los fermiones que tiene un spin de -1/2 y que no experimenta interacción nuclear fuerte. Son parte básica en la existencia de la materia, junto con los quarks. A este grupo pertenece el muy conocido electrón, ese que nos sacude fuerte cuando metemos los dedos en un enchufe. También se agrupan aquí los escurridizos neutrinos, partículas dificilísimas de encontrar porque debido a sus características, atraviesan sin esfuerzo cualquier materia que se le ponga por delante para atraparlos. Se están realizando carísimos experimentos para cazar a estos huidizos representantes de los leptones. Se usan detectores especiales sumergidos en enormes piscinas enterradas a kilómetros de profundidad en la tierra para poder encontrarlos y separarlos de otras partículas, pues estos escapistas apenas interactúan con el resto de materia. Sin embargo, y a pesar de esta vacuidad, forman parte de la base de la existencia.

Tabla de leptones

2. Bosones de gauge

Los bosones actúan como portadores de una interacción fundamental de la naturaleza. Es decir, que si antes apuntábamos que los fermiones son los ladrillos, los bosones corresponden al cemento que une dichos ladrillos. Entre sus representantes mas conocidos se encuentran los fotones (luz) y el archiconocido Bosón de Higgs, buscado con ferviente anhelo por el LCH, la llamada Máquina de Dios que tantas noticias ha generado en todo el mundo. Por ahora no ha sido confirmada la existencia de esta partícula, que ha sido predicha por la teoría estándar, pero si el LCH consigue detectarla, entonces se habrán confirmado muchas cosas importantes para la física. El gravitón también mantiene a los científicos con gran expectación por ver si por fin pueden comprender algo más de la fuerza más misteriosa del universo: la gravedad.

Tabla de los bosones de gauge
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Origen: neoteo

Encuentran planeta similar a la Tierra

Por: Kir Ortiz

Los científicos no caben de gozo ante el hallazgo de una exoplaneta que se parece mucho a nuestro planeta en cuanto al tamaño. Ha sido encontrado en un sistema no demasiado lejano llamado Gliese 581,  que se ubica apenas a 20 años luz de nosotros. Su masa es sólo 1.9 veces la de la Tierra, lo que le convierte en el planeta exterior más liviano de todos los descubiertos hasta ahora.

Gliese 581 D, mucho más grande, sí se encuentra en zona habitable

Los astrónomos se hallan embarcados en una frenética carrera por encontrar un planeta gemelo a la Tierra. No escatiman en medios materiales ni humanos con tal de perseguir el sueño de encontrar pronto un hermano de nuestra bola azul. Y esta loca competición empieza a dar sus frutos con el fascinante hallazgo de un planeta que se parece bastante al nuestro en cuanto al tamaño se refiere. Lo han confirmado los especialistas de la Organización Europea para la Investigación Astronómica en el Hemisferio Austral (ESO). El sistema donde ha sido hallado se encuentra a sólo 20.5 años luz, en la constelación de Libra y se conoce como Gliese 581, formado por una estrella roja y varios planetas. Para lograr este hallazgo, los astrónomos han utilizado el espectrógrafo HARPS, instalado en el telescopio de 3,6 metros del observatorio La Silla, en Chile. «Se trata hasta el momento del planeta más pequeño que ha sido detectado«, confirmó el responsable del equipo que ha realizado este descubrimiento, Michel Mayor, del Observatorio de Ginebra, Suiza. Se le conoce como Gliese 581 E y orbita demasiado cerca de su estrella (apenas tarda 3.15 días en darle la vuelta mientras que nuestra Tierra ocupa 12 meses) por tanto el calor es excesivo para permitir la presencia de vida. Sin embargo, dijo Mayor, su descubrimiento en un sistema solar tan cercano al nuestro es un «buen ejemplo de que estamos progresando en la detección de planetas similares a la Tierra”.

¿Por qué se considera un hallazgo tan importante el hecho de que sea el planeta más pequeño encontrado fuera del sistema solar? Simplemente porque los planetas grandes suelen estar hechos de gas, por tanto, poco probables para confirmarse como sistemas favorecedores de la vida. Los planetas pequeños suelen ser rocosos y sólidos, como el nuestro, y eso conforma una base de probabilidad bastante más lógica a la hora de posibilitar la vida. La inmensa mayoría de exoplanetas que se han observado tienen un tamaño parecido al de Júpiter o Saturno.

Gliese 581 E tiene casi el mismo tamaño que la Tierra

Además del descubrimiento del Gliese 581 E, que aunque tiene un tamaño adecuado, se halla demasiado cerca de su estrella como para permitir la vida, los científicos de la ESO han logrado captar la órbita de otro planeta del sistema, llamado Gliese 581 D, que se encuentra justo en lo que llaman “zona habitable”. No recibe mi demasiado calor ni demasiado frío y presenta un perfil probable para contener agua líquida. Gliese 581 D fue descubierto en 2007 pero ha sido ahora cuando los científicos han confirmado su órbita en «zona habitable». Tarda 66,8 días en realizar una órbita completa pero «Gliese 581 D es, probablemente, demasiado masivo como para estar hecho sólo de material rocoso, pero creemos que se trata de un mundo helado que puede haber migrado hasta una zona más cercana a la estrella, de hecho, se ha convertido en el primer planeta extrasolar candidato a ser un «mundo acuático«, asegura Stephane Udry, uno de los miembros del equipo de investigación dirigido por Mayor. «Cada vez que observamos más y más planetas emerger del universo, es muy posible que vamos al final a detectar un planeta similar a la tierra«, afirmó Gaspare Lo Curto, otro astrónomo del equipo de la ESO. «Ahora tenemos nuevos instrumentos para detectar planetas muy pequeños muy parecidos al nuestro«, apoyó Mayor. «Es sólo un paso más en la búsqueda de un hermano gemelo de la Tierra«, concluye.

El espectrógrafo HARPS ha sido el responsable del descubrimiento

Recientemente, y animados por la fiebre de encontrar una segunda Tierra,  la Agencia Estadounidense del Espacio (NASA) puso en órbita su telescopio Kepler. La NASA asegura que la misión Kepler tiene la capacidad «de detectar realmente planetas análogos a la Tierra orbitando estrellas similares a nuestro Sol en una zona habitable«. Entretanto, los investigadores espaciales europeos han apostado por desarrollar el proyecto del E-ELT (Telescopio Europeo Extremadamente Grande), que alcanzará los 42 metros de diámetro. En opinión de Michel Mayor, el reto en los años venideros es encontrar esos planetas y «me siento muy confiado de que en uno o dos años hallaremos uno con la misma masa de la Tierra«, apostilló. A día de hoy, se han detectado unos 350 exoplanetas, pero están demasiado cerca o demasiado lejos de su sol como para propiciar unas condiciones favorables para la vida. Las cifras de los descubrimientos muestran un fuerte aumento de las estrellas con planetas extrasolares a su alrededor, que han pasado del 8 % al 30 %, debido a la mejora en los instrumentos de observación.

Esto parece haber sido un aperitivo de lo que nos espera con respecto a la búsqueda planetas hermanos que compartan las características de nuestra querida Tierra. Aunque ninguno de los dos exoplanetas parece ser el perfecto gemelo, al menos apuntan a que existen muchísimos otros candidatos ahí fuera listos para ser descubiertos y darnos una alegría. A lo mejor ahora mismo tenemos apuntando hacia nosotros un satélite extraterrestre y un equivalente sideral a Neoteo acaba de publicar la noticia de que han hallado un planeta azul similar al suyo ¡Sonrían para la foto!

Sobre el fin del mundo, enanas blancas y polvo espacial

Por: Ariel Palazzesi

Los astrónomos no cesan de generar noticias. Un grupo de ellos, liderados por Jay Fair, de la Universidad de Leicester, asegura que el destino del Sistema Solar es convertirse –dentro de miles de millones de años- en una estrella con una masa de solo el 12% o 15% de la que tiene actualmente el Sol. Han llegado a esa conclusión luego de observar un centenar de enanas blancas.

Hace poco te contábamos cómo sería la muerte del Sol. Bien, hay nuevos datos sobre lo que será la catástrofe astronómica más importante para la raza humana. Parece que finalmente nuestro Sistema Solar se convertirá –más o menos como se preveía- en una estrella ocho veces más pequeña que el Sol, aunque por supuesto habrá que esperar algunos miles de millones de años para que el acontecimiento tenga lugar. La información proviene de grupo de astrónomos de la Universidad de Leicester (Reino Unido), luego de observar pacientemente unas cien estrellas de las denominadas “enanas blancas”, estrellas relativamente frías y estables. Estas enanas blancas en su “juventud” muy probablemente albergaron sistemas similares al nuestro, cuyos planetas fueron destruidos (o congelados)  durante el proceso de evolución y muerte de la estrella.

Los astrónomos no cesan de generar noticias.

Se llaman enanas blancas a los remanentes estelares que se generan cuando una estrella, que posee una masa menor a 9 o 10 veces la del Sol, agota su combustible nuclear. Dentro de ésta categoría entran el 97% de las estrellas que conocemos, incluido el Sol. Las enanas blancas, junto a las enanas rojas, son las estrellas más abundantes en el universo. “Hemos observado lo que muy posiblemente sea el destino probable de nuestro Sistema Solar. Muchos de los cuerpos estelares que hemos estado observando son similares al nuestro. Es posible incluso que alguno de ellos haya albergado alguna forma de vida en un momento de su existencia”, declaro al diario The Times Jay Fair, el astrónomo que dirigió la investigación.

Cuando las estrellas como el Sol mueren, su masa aumenta de tamaño hasta cubrir la mayor parte del sistema planetario que la rodea. Cuando el propio Sol comience este proceso, dentro de aproximadamente cuatro mil millones de años, tendrá un tamaño similar a la órbita de Venus, o incluso algo mayor. Pero luego de esa etapa de crecimiento, y a consecuencia de haber agotado prácticamente todo su combustible nuclear, se convertirá en cuerpos mucho más pequeños, a los que los astrónomos llaman enanas blancas. Se trata de un estado estable, y las estrellas que llegan a esa etapa pueden mantenerse brillando débilmente duran miles de millones de años más.

Su atmósfera proviene de planetas y asteroides destruidos

El equipo de trabajo liderado por Farihi ha encontrado “claras evidencias” de que entre el uno y el tres por ciento de las enanas blancas observadas “han albergado sistemas solares, con planetas cometas y asteroides orbitando alrededor de la estrella central” antes de haber llegado al estado actual. También han corroborado que estas estrellas frías contienen atmósferas, compuestas básicamente de hidrógeno y helio, aunque en algunos casos se han observado trazas de elementos más complejos como el calcio o el magnesio. Los investigadores sugieren que el origen de esas tenues atmósferas se encuentra en la lluvia de polvo procedente de los planetas y asteroides destruidos arrasados en las últimas fases de la evolución estelar, cuando se produce el crecimiento de la estrella.

Farihi, en una conferencia ofrecida en la University of Hertfordshire afirmó que “no podemos asegurar cuáles son los cuerpos de donde viene el polvo, pero casi con seguridad de trata de grandes asteroides, cometas o planetas”. Como puede verse, las evidencias no hacen más que confirmar los cálculos previos de los físicos. El Sol, finalmente, será una sombra de lo que fue, aunque se llevará con él al resto del Sistema Solar.

Telescopio Kepler: Primeras imágenes

Por: Ariel Palazzesi

La NASA ha difundido las primeras imágenes capturadas por el flamante Telescopio Espacial Kepler, concebido especialmente para la búsqueda de planetas del tamaño de la Tierra que orbiten otras estrellas. Se supone que este telescopio fotografiará unas 100.000 estrellas en los próximos años, así que seguramente veremos muchas más fotos como esta.

La sonda espacial Kepler, bautizada así en honor al astrónomo y matemático Johannes Kepler, fue lanzada al espacio a comienzos de marzo de este año. Kepler es capaz de tomar fotografías con una resolución que haría palidecer a cualquier otro aparato similar jamás construido por la humanidad. Su cámara de 95 megapíxeles es la más precisa enviada fuera de la Tierra, y tiene por delante la dura tarea de “observar” unas 100.000 estrellas para detectar planetas análogos a la Tierra. Luego de casi un mes de espera, el telescopio cazaplanetas por fin ha abierto sus “ojos electrónicos” y capturado las primeras imágenes. La NASA ha publicado la que ilustra esta nota, en la que pueden verse unos 14 millones de estrellas.

El telescopio cazaplanetas por fin ha abierto sus “ojos electrónicos”

Es emocionante ver ese tesoro de estrellas con la primera luz de la sonda”, dice William Borucki, uno de los astrónomos que trabaja en el Ames Research Center de la NASA en Moffett Field (California). “El poder de ver millones de estrellas en una sola imagen es simplemente impresionante”, se entusiasma, refiriéndose a la toma que muestra 14 millones de soles dentro de una misma fotografía. “Esperamos encontrar cientos de planetas y, por primera vez, podemos concentrarnos en los que tienen el tamaño de la Tierra y se encuentran en zonas habitables alrededor de otras estrellas como el Sol«, prosiguió. El entusiasmo de los astrónomos es contagioso. Basta con ver las fotos para sentirse parte del Universo, y uno siente que es imposible que no haya muchos planetas como el nuestro allí fuera.

Su cámara de 95 megapíxeles es la más precisa enviada fuera de la Tierra

La foto, en algunos aspectos bastante menos espectacular que algunas que hemos visto antes, cubre un área muy grande de nuestra galaxia, la Vía Láctea. De los 14 millones de estrellas que sonrieron para esta primera imagen, solo unas 100.000 están siendo monitorizadas en busca de exoplanetas. En ella puede verse la galaxia NCG 6791 y una estrella llamada Tres-2, ya conocida, que posee un planeta del tamaño de Júpiter orbitándola.

Esta primera mirada de Kepler al cielo es asombrosa. Poder ver millones de estrellas en una sola fotografía es alucinante”, dijo la directora del programa Kepler en Washington, Lia LaPiana. La experta asegura que durante los tres años y medio que durará esta misión encontraremos una gran variedad de mundos, con tamaños comprendidos entre los gaseosos y enormes –que hacen de Júpiter un enano- a los pequeños y rocosos de tamaño similar a la Tierra, Marte o Venus. El objetivo de Kepler es determinar si alguno de ellos se encuentra en una “zona habitable” con temperaturas que permitan la existencia de lagos y océanos. La cámara de  95 megapíxeles a bordo del robot puede detectar cambios en el brillo en una estrella de sólo 20 partes por millón. Todo parece indicar que durante los próximos meses oiremos hablar, y mucho, de los logros de Kepler y ET ya se está peinando para salir bonito en sus fotos.

Misión Theia: En busca del Planeta Perdido

Por: Max Ferzzola

Puede que hace miles de millones de años nuestro sistema solar estuviese habitado por un planeta hoy perdido. Ese planeta, que hoy solo es una hipótesis, podría haber creado a la Luna cuando supuestamente colisionó contra la Tierra. Demasiados supuestos, demasiadas hipótesis, es cierto. Pero pronto podrían dejar de serlo, y transformarse en una verdad absoluta. Al menos si las sondas STEREO llegan a los Puntos de Lagrange y encuentran alguna evidencia. ¿Encontraremos a nuestro hermano perdido?

Existe la hipótesis de que alguna vez, hace 4.5 mil millones de años, nuestro sistema solar contenía otro planeta, hoy perdido. Ese planeta, si es que existió, se llamó Theia y puede haber sido el responsable de crear nuestra Luna. “Es un mundo hipotético.”, dijo Mike Kaiser, un científico de la NASA. “Nunca lo hemos visto, pero algunos investigadores creen que existió hace 4.5 mil millones de años, y que colisionó con la Tierra, formando así la Luna.” La pregunta es: ¿Existió ese planeta? ¿Cómo podemos averiguarlo? Para eso, la NASA ha aprovechado dos sondas, que están flanqueando el Sol, y las ha enviado a explorar puntos específicos de nuestro sistema solar, en busca de cualquier indicio de este supuesto planeta perdido.

Recreación artística de la supuesta colisión

De haber existido, se cree que Theia ha de haber tenido el tamaño de Marte y que, al colisionar con la Tierra, los restos podrían haber creado nuestra Luna. Esta es, al menos, la hipótesis de los investigadores Edward Belbruno y Richard Gott. Y no están solos: son muchos los científicos que creen que la Luna fue formada por los escombros resultantes de un objeto que colisionó con la Tierra. De lo que no se ponen de acuerdo es si este objeto ha sido un planeta, un asteroide o qué.

Pero ese misterio podría resolverse pronto, gracias a la NASA y sus sondas STEREO, cuya misión será explorar puntos específicos en el espacio, llamados Puntos de Lagrange. Para más detalles, los Puntos de Lagrange que explorarán estas naves serán aquellos que se dan entre la gravedad de la Tierra y el Sol, y que recolectan restos de todo aquello que ande dando vueltas por sus inmediaciones. Al visitar estos puntos, las sondas STEREO podrán cazar los pedazos que hayan quedado de Theia, el planeta perdido. ¿Quieres saber más sobre los Puntos de Lagrange? Pues consulta esta animación de Space.com, donde queda abundantemente claro.

Theia vs. Tierra: La Tierra ganó

Los modelos de ordenador muestran que Theia puede haber crecido lo suficiente como para producir la Luna si se formó en los Puntos de Lagrange L4 y L5, donde el balance de las fuerzas puede haber permitido que se acumule el material suficiente.”, agregó Kaiser. “Después, Theia puede haberse movido fuera del L4 o del L5 por la creciente gravedad de planetas en desarrollo como Venus y esto puede haberlo enviado en curso de colisión con la Tierra.

Las sondas explorarán a fondo estos puntos en septiembre y octubre del año en curso, pero están entrando en esa región del espacio mientras lees este artículo. “Esto nos pone en una buena posición para buscar los sobrantes de Theia.”, dijo Kaiser. “STEREO es un observatorio solar. Las dos sondas están flanqueando el Sol por lados opuestos para ganar una visión 3D de la actividad solar. Y sucedió que estábamos pasando por el lugar de los puntos lagrangianos L4 y L5 en la ruta. Esto es puramente un bonus científico.” O sea, la NASA no envió las dos sondas, sino que gracias a una coincidencia ahora podemos saber si existió o no el tal Theia. ¿Apuestas?

Dentro de un agujero negro

Por: Ariel Palazzesi

Todo el mundo ha oído hablar de los agujeros negros, pero solo un pequeño porcentaje de las personas sabe realmente qué son y qué puede encontrarse uno en su interior. Existen algunas teorías que aseguran que se tratan de portales a otros universos, y otras que predicen que nunca podríamos acercarnos a su horizonte de sucesos. ¿Qué es lo que hay dentro de un agujero negro? Sigue leyendo.

A pesar de que en su nombre figura la palabra “agujero”, en realidad este tipo de objeto espacial no es un hueco, al menos no como lo concebimos en nuestro espacio normal. La teoría de la relatividad general enunciada por Albert Einstein en 1915 predijo la existencia de los agujeros negros por primera vez. En ese trabajo, Einstein propuso un modelo en el que la propia geometría del espacio-tiempo es afectada por la presencia de la materia. Es decir,  predice que el espacio-tiempo se curvará en presencia de materia y que dicha curvatura será percibida por un observador como un campo gravitatorio, ya que dicha deformación espacial afectará la trayectoria de los cuerpos en movimiento y la trayectoria de la luz.

Como ya sabes, esa teoría ha sido debidamente corroborada por otros físicos, e incluso se han obtenido muchas pruebas de que es perfectamente válida. Se ha demostrado, por ejemplo, que los relojes situados en condiciones de gravedad elevada marcan el tiempo más lentamente que relojes situados en un entorno sin gravedad. Esto se logró utilizando relojes atómicos (como los del Sistema de Posicionamiento Global), situados sobre la superficie terrestre y en órbita. También diferentes pruebas realizadas con sondas planetarias viajando a gran velocidad han dado valores muy cercanos a los predichos por la relatividad general. Pero el hecho de que la masa pudiese deformar el universo hizo que rápidamente muchos científicos imaginaran lo que pasaría si la cantidad de masa en cuestión fuese lo suficientemente importante como para deformar el universo de tal manera que ni siquiera la luz pudiese “escapar” de su influencia. El resultado fueron los agujeros negros.

Un agujero negro es –básicamente- una región del espacio-tiempo con una gran concentración de masa muy densa, que origina un campo gravitatorio lo suficientemente  grande como para que ninguna partícula material -ni siquiera los fotones de luz– puedan escapar de ella. La curvatura del espacio-tiempo genera lo que los físicos llaman una “singularidad”, es decir, un punto del universo en el que las leyes físicas convencionales dejan de tener sentido y no pueden aplicarse. Un observador no puede mirar directamente una singularidad, ya que se encuentra rodeada por una superficie cerrada llamada “horizonte de sucesos” o “radio de Schwarzschild”. Este horizonte de sucesos separa la región de agujero negro del resto del Universo, convirtiéndose en una especie de frontera que ninguna partícula puede atravesar. Obviamente, si la luz no puede salir de un agujero negro, no tenemos forma de obtener información de lo que ocurre detrás de su horizonte de sucesos.

El término “agujero negro” quizás no sea demasiado afortunado, porque invita a hacerse la idea de una “perforación”, una región del espacio en la que no hay nada, y en realidad se trata de lo contrario: no podemos ver nada porque justamente es una zona con una enorme concentración de masa, de una densidad tal que es difícil de imaginar. Si tenemos en cuenta ese punto, muchas ideas, generalmente expresadas en novelas o películas, en las que se “atraviesa” un agujero negro para aparecer del otro lado (dondequiera que ese “otro lado” esté) dejan de parecer posibles. Puedes pensar en un agujero negro como si fuese una esfera de materia enormemente densa, que atrae a todo lo que lo rodea. También hay que tener presente que el tiempo es deformado por la presencia de ese campo gravitatorio intenso.

Por supuesto, los físicos pueden elaborar modelos matemáticos que intentan explicar qué es lo que ocurre dentro de estas extrañas regiones del universo. No se trata de un mero ejercicio intelectual, ya que esta debidamente comprobado que los agujeros negros existen, y que en el centro de la mayoría de las galaxias, entre ellas la Vía Láctea, hay agujeros negros supermasivos. La existencia de agujeros negros está apoyada en observaciones astronómicas, en especial a través de la emisión de rayos X por estrellas binarias y galaxias activas. La pregunta del millón es, por supuesto, qué ocurre dentro de uno de estos objetos.

Imaginemos un viajero espacial que se dirige en caída libre hacia un agujero negro. Si lo estamos mirando desde una distancia segura, por medio de un telescopio especial que nos permite observar  semejante evento, veremos que nuestro viajero no alcanza nunca el radio de Schwarzschild -el horizonte de eventos- debido a que la dilación temporal aumenta a medida que se acerca a esa “frontera”, convirtiéndose en infinita en el borde mismo del horizonte de eventos. El astrónomo vería que el astronauta se acerca al borde cada vez más lentamente hasta detenerse, y su luz (imaginemos que emite una) sería cada vez más roja y tenue, ya que nos llega menos luz de él y su espectro se “corre” hacia el infrarrojo. En el momento que llegase al borde (teóricamente nunca, ya que habría que esperar infinitos años) ya no lo veríamos. Obviamente, las cosas cambian desde el punto de vista del viajero.

Según Einstein, todo es relativo, incluso los resultados de nuestras mediciones. La única excepción a esa regla es, por supuesto, la velocidad de la luz. Esto hace que las cosas sean bastante distintas desde el punto de vista de nuestro astronauta. Andrew Hamilton y Gavin Polhemus, dos científicos de la Universidad de Colorado, escribieron Black Hole Flight Simulator, un software capaz de aplicar las ecuaciones de Einstein para “mostrar” qué es lo que ocurre desde el punto de vista de este observador imaginario. En su modelo, el agujero negro tiene una masa equivalente a cinco millones de veces la de nuestro Sol. Eso es más o menos el tamaño estimado del que se encuentra en el centro de nuestra galaxia. A medida que el astronauta se acerca al radio de Schwarzschild, el universo comienza a deformarse ante sus ojos. La luz de las estrellas ubicuas “detrás” del agujero desaparece, y las que están a su alrededor con “torcidas” por la gravedad del agujero negro, formando una imagen similar a un tubo por el que se desplaza el observador.

Black Hole Flight Simulator
¿Qué es lo que hay dentro de un agujero negro?

Hamilton y Polhemus utilizan en su Black Hole Flight Simulator una cuadrícula de color rojo en el horizonte para ayudarnos a visualizar la forma en que el universo se deforma. Obviamente, como el campo visible para el astronauta es esférico y tu monitor es plano (al menos por ahora), hay dos círculos en la cuadricula representando los polos norte y sur del agujero negro. Ya sobre el borde del horizonte de sucesos, las cosas se comienzan a volver realmente extrañas. Tan cerca del centro del agujero negro que se encuentra en el centro del radio de Schwarzschild se experimentan poderosas fuerzas de marea. Suponiendo que te aproximas con los pies hacia delante, la fuerza de gravedad en tu cabeza seria mucho más débil que en tus pies. No solo te transformarías en una especie de spaghetti, sino que la luz a tu alrededor cambiaría de color. Por encima de tu cabeza todo se haría más rojo, y a tus pies el universo viraría al azul. En un momento determinado, de todo el universo solo podrías ver un anillo horizontal a la altura de tus ojos.

Cuando un observador externo al radio de Schwarzschild observa el horizonte de un agujero negro”, dice Hamilton, “en realidad observa la emisión del horizonte. Cuando alguien cae a través del horizonte de eventos, no atraviesa la emisión del horizonte; en lugar de esto, pasaran a través de la entrada al mismo, la cual es invisible para ellos hasta que no lo traspasa. Una vez dentro del horizonte ve tanto la emisión como la entrada del horizonte”.

Actualmente no tenemos forma de comprobar –y quizás nunca la tengamos- si lo que muestra el Black Hole Flight Simulator es real. Va a ser difícil encontrar un voluntario para emprender semejante aventura, y mas difícil aún sería lograr enviar datos desde dentro del agujero negro. Pero hay algo que es cierto: se trata de una excitante aventura que alguna vez la humanidad emprenderá. Nuestros descendientes podrán finalmente decir si los modelos de Hamilton y Polhemus eran o no exactos. Mientras tanto, solo podemos imaginarlo.

La muerte del Sol

No ocurrirá mañana pero, inevitablemente el Sol morirá. Sí, nuestra estrella dejará de existir. Durante ese evento, la Tierra –y nuestros descendientes- desaparecerá con él. ¿Cómo será ese momento? ¿Qué ocurrirá con el Sol? Te explicamos cómo tiene lugar el proceso por el cual una estrella moribunda se convierte en un monstruo capaz de arrasar gran parte del sistema planetario que lo rodea.

Nos guste o no, nuestro destino como habitantes de la Tierra tiene un solo final: todos muertos. Suena feo, no pensamos habitualmente en ello, pero es absolutamente real. Existe un 100% de probabilidad de que nuestro planeta se convierta en cenizas dentro de algunos miles de millones de años. Es muy posible que si para ese momento no hemos tenido éxito en auto aniquilarnos (a pesar de los esfuerzos de DARPA) ya hayamos colonizado una buena parte de la Galaxia. Pero la Tierra y todo lo que hay en ella desaparecerá con el Sol. Tal como ocurre –y ocurrirá- con todas las demás estrellas del universo, el Sol morirá algún día. Pero ¿cómo se produce el proceso que acaba con la vida de una estrella?

Antes del final, habrá un último dia atardecer perfecto.

Para saber cómo llega el fin de una estrella cualquiera debemos, en primer lugar, tener en claro algunos conceptos básicos sobre su funcionamiento interno. Podemos pensar en una estrella –y nuestro Sol es una de ellas- como una gran bola de gas. A esa escala, las fuerzas gravitatorias entre los átomos que la componen evitan que se disipe en el espacio. Como habrás notado, todas las estrellas emiten energía –gran parte de ella en forma de luz visible- hacia el espacio que las rodea. Esa enorme cantidad de energía tiene su origen en las reacciones termonucleares de fusión que se desarrollan en su interior. Simplemente (suponiendo que se pueda usar esa palabra en este contexto) el propio peso de la masa gaseosa basta para obligar a que los átomos se “aprieten” tanto unos contra otros como para que tenga lugar esas reacciones. Como ocurre con cualquier reactor nuclear de fisión o fusión terrestre, se necesita alguna clase de combustible para que la “magia” tenga lugar. Durante la mayor parte de la vida estelar, ese combustible es el hidrógeno, que se fusiona –se “unen” cuatro átomos- formando un átomo de helio. Los físicos explican que cuando esta fusión ocurre, “sobra” masa de los átomos originales que se expresa en forma de energía que es emitida durante el proceso. Ese es el origen del calor, luz y toda la radiación que a lo largo del espectro electromagnético emite el Sol.

Pero esto no solo tiene importancia por la energía que se emite, sino que toda esta actividad termonuclear proporciona una fuerte presión hacia en exterior que se encarga de mantener  la integridad estructural de la estrella. Si estas reacciones cesaran de golpe, la fuerza de gravedad existente entre los átomos de gas que forman la estrella la colapsarían. De alguna manera, en el Sol existe un equilibrio exacto entre la fuerza expansiva que generan los procesos que se desarrollan en su núcleo y la gravedad proporcionada por su enorme masa. El tamaño de una estrella en un momento determinado se debe justamente a la relación entre estos parámetros.

Nuestro Sol, una gran bola de gas.

Mientras que la cantidad de hidrógeno disponible es grande, la vida de la estrella transcurre apaciblemente. El Sol, en este momento, se encuentra en esa fase de su existencia. Pero nada dura para siempre, y el combustible estelar tarde o temprano se termina. Cuando una estrella comienza a agotar su reserva de hidrógeno, el helio formado a lo largo de millones de años comienza a interferir en el proceso. Incluso puede darse el caso de que las reacciones termonucleares se detengan. Los físicos llaman a este proceso “envenenamiento por helio”. Esto hace que la cantidad de energía que se produce en su interior descienda abruptamente, por lo que la presión original que la mantenía “de pie” disminuye a niveles –comparativamente hablando- casi ridículos. La estrella se contrae por los efectos gravitatorios, y su temperatura aumenta. En ese momento el Sol dejará de ser una bestia mansa que nos proporciona luz y calor para convertirse en algo bastante más peligroso. Alrededor del núcleo de helio caliente y denso comienza a quemarse el hidrógeno restante, pero en “capas” cada vez más externas. Como resultado, la estrella comienza un nuevo proceso de expansión. Si bien su núcleo se mantiene muy caliente, las capas exteriores se van enfriando y su color comienza a virar hacia el rojo. Dentro de unos cinco mil millones de años –más te vale ir poniendo en orden tus asuntos- el Sol atravesará esta etapa y se convertirá en una gigante roja.

Lamentablemente no se trata solo de un pequeño cambio estético o de color. El Sol aumentará tanto su tamaño que sobrepasará las orbitas de Mercurio (con seguridad) y de Venus (muy probablemente). Esos dos planetas del Sistema Solar serán historia al acabar dentro del Sol. Por supuesto, en la Tierra ya no habrá nadie para que “disfrute” del espectáculo porque mucho tiempo antes, unos 800 millones de años a partir de hoy, el progresivo aumento en la temperatura del Sol habrá hecho que nuestro planeta tenga temperaturas medias de unos 150 grados Celsius. Finalmente, en unos 7 mil millones de años, el Sol engullirá a la Tierra y la Luna. Dentro de miles de millones de años más. Totalmente ajeno a nuestros problemas, las transformaciones en el interior del Sol seguirán su inexorable curso.

Ningun ser vivo de la Tierra tendrá posibilidades de sobrevivir.

El tamaño de la estrella es muy importante a la hora de predecir cómo será su final. Si es lo suficientemente pequeña, la compresión del núcleo comienza a disminuir por efecto del gas de electrones libres degenerados. A pesar de su nombre semi porno, se trata de un efecto cuántico que se produce porque los electrones que rodean el plasma, formado por núcleos atómicos, no pueden ocupar los mismos estados cuánticos. En algún momento –y culpa de este efecto- la temperatura del núcleo estelar aumenta hasta el punto de ignición del helio (unos 100 millones de grados). El Sol tiene el tamaño adecuado para que esto ocurra, y como resultado se producirá una breve explosión –a la que los físicos denominan “el flash del helio”- que marca el comienzo de una nueva etapa en la ya complicada vida de la estrella.

A partir de ese momento comienza la combustión termonuclear del helio, cuya fusión da como resultado elementos más pesados como el carbono y el oxígeno. Cuando comienza a escasear el helio, las temperaturas y presiones reinantes en el interior del agonizante Sol permitirán que los átomos de carbono se fusionen para producir neón,  ganando algo más de tiempo. Como sea, unos pocos cientos de millones de años después de haber entrado en la fase de gigante roja casi todo el combustible disponible dentro del Sol se habrá agotado, y no habrá ya manera de sostener ninguna clase de reacción nuclear. La gravedad volverá a comprimir la estrella, y la hecatombe final estará ya muy cerca.

Toda la masa del Sol se habrá apiñado ocupando un volumen mucho menor al que ocupa en la actualidad, convirtiéndose en lo que se llama una “enana blanca”. Esta enana blanca estará compuesta por los restos del núcleo original, pero comprimidos hasta ocupar un volumen aproximado al que tiene la Tierra. Todo el material que formaba las capas exteriores de la gigante roja, se calienta e ioniza por efecto de la radiación emitida por el nuevo núcleo. Esto da lugar a un impactante espectáculo compuesto por filamentos complejos y curiosos como los que podemos ver hoy en la “nebulosa del ojo de gato”. Los astrofísicos denominan a ese gas «nebulosa planetaria».

Tres nebulosas. La primera es la “nebulosa del ojo de gato”

El Sol permanecerá muchísimo tiempo en su nuevo estado de enana blanca. De hecho, este tipo de estrellas puede mantener su integridad gracias a la presión de sus electrones degenerados (¡otra vez!), y tienen una vida que supera la edad actual del universo. Se trata de un lentísimo proceso de enfriamiento, ya que en ese estado no crean energía propia al haber agotado su combustible nuclear.

La muerte de la estrella está determinada según haya sido el tamaño con que nació y también por la forma en como administró su energía a lo largo de su vida. Una estrella que tenga unas sesenta veces la masa del Sol “vive” solo tres millones de años, mucho menos de los miles de millones de años que vivirá aún nuestro astro rey. El final de una estrella muy masiva se produce a través de un colapso rapidísimo, lo que conocemos como una “supernova”. El sol es muy pequeño como para tener un final así. No obstante, igual se las arreglará para llevarse con él a la Tierra y todo lo que en ella se encuentre en ese momento. Estás avisado.